La soledad se ha convertido en una realidad aplastante en España: 4,7 millones de personas viven solas en hogares unipersonales mientras el uso -y abuso- de las redes sociales, los chats y las apps para ligar promocionan la satisfacción -efímera, refractaria- de encontrar compañía al otro lado de las pantallas. Puede que para la mayor parte de los mortales la soledad continuada sea algo indeseable pero para Cristóbal García (Mérida, 1985) encontrar la soledad ha sido su sino. Como un conquistador de la alegría, a sus 34 años se ha convertido en uno de los peregrinos más habituales del Camino de Santiago. Este maestro de formación, afincado en A Coruña, ha hecho del paseo una forma de vida. Tanto, que no es raro encontrárselo en cualquier plaza de Pontevedra, Santiago o Fisterra con una pesada mochila a la espalda después de haber recorrido decenas de kilómetros del tirón.
Un desamor lo convirtió en hijo pródigo del Camino y caminando solo Cris ha encontrado amigos y amantes. Ahora recorre los senderos sin importarle la dirección ni la Compostela (credencial del Peregrino) y, en esta soledad consciente a la que apenas deja espacio a las redes sociales, ha encontrado la fórmula de la alquimia. Eso que llaman la paz interior.
Hablamos con él del peregrinaje como terapia, de la masificación turística y de sexo al borde del Camino.
Te pillo atendiendo en la librería Moito Conto de A Coruña, tu segunda casa, porque da la sensación de que la primera es el Camino de Santiago ¿Cuál ha sido tu última caminata?
Cuando tengo dos o tres días libres me escapo y hago una o dos etapas. La última vez me fui en tren hasta Vigo y caminé la primera etapa hasta Pontevedra (30 kilómetros) y la segunda hasta Padrón (40 km). Otro caminito que he hecho así últimamente ha sido directamente desde A Coruña a Compostela en un día. Eso fueron 74 kilómetros de camino, un palizón enorme. Hace poco también me fui hasta Compostela para caminar hasta Fisterra porque ojo, para mí el fin del Camino es Fisterra, es la peregrinación primigenia, el fin del mundo conocido. Allí también hay un culto al templo al sol y esa parte más pagana me interesa muchísimo porque no soy creyente, yo hago el Camino de Santiago de una manera espiritual pero no creo en dios, aunque lo respeto muchísimo.
Tu Instagram dice que adoras caminar, los libros y el café. Y al Dépor. El fútbol y el Camino fueron fundamentales para que te quedases en Galicia. Pero cómo se le da a un chaval agnóstico por empezar a peregrinar a Compostela y no parar de hacerlo en casi veinte años.
Yo empecé a caminar en el año 2001 con una parroquia a la que iba del colegio Las Escolapias de Mérida, para hacer una especie de campamento. A mí ese primer Camino me marca muchísimo porque por un lado, yo descubro que a mí me gusta caminar como acto físico, disfruto caminando, me mola la naturaleza... flipaba con los paisajes de aquí, con la comida, esa parte ya era brutal; pero lo que de verdad me fascina en aquel momento son las relaciones con los compañeros, con los amigos que haces, los primeros amores, porque tenemos 15-16 y vives cosas que no conocías, tienes las hormonas a tope. Así que repito al verano siguiente. Lo que pienso después es que tengo que compartir lo que he aprendido. Así que me paso tres años siendo monitor del Camino y el siguiente paso ya es hacerlo con mis colegas. Juntos, estamos como 3 ó 4 años haciéndolo. Todos estos caminos de los que te estoy hablando son de unos 100-120 kilómetros, para conseguir la Compostela. Son "cortitos".
Y de repente, a mi primera novia le sale una beca de voluntariado en Camerún y se jode la relación. Yo lo paso fatal. Mi primer desamor, chungo, chungo, jodidísimo. Ahí todavía no sabía que el Camino casi siempre se hace por dos motivos: para buscar algo o para huir de algo. Yo necesitaba huir en ese momento, así que me digo "¿Y a dónde huyo yo? Al camino de Santiago". Y esa es la primera vez que lo hago solo. La mañana de enero que lo empiezo, en Ourense, con niebla y muchísimo frío, siento una libertad tan plena y tan brutal como no había sentido nunca antes. La sensación de libertad de estar caminando en medio del monte y solo escuchar la naturaleza, sentir tu propio pulso, parar cuando a ti te da la gana, comer cuando quieres... esa sensación la encuentro en el Camino de Santiago caminando solo. Y como soy bastante despegado y me gusta la libertad, lo de caminar se convirtió en una casi obsesión.
Has llegado a caminar mes y medio sin la compañía de ningún ser humano, ¿no te vuelve loco pasarte tanto tiempo pensando en tus cosas?
No, no, porque pienso muy poco en mí, en las cosas que hago, en las cosas que quiero. Lo que me pasa cuando camino solo es que estoy muy pendiente de las cosas que suceden a mi alrededor. Y aunque suene muy místico conectas con la naturaleza y contigo mismo, conoces tu cuerpo, tu respiración, tu dolor, buscas tus límites, a mí eso también me motiva mucho.
En el mes de agosto hice el Camino con una amiga, y aunque pasábamos horas a lo nuestro, era agradable tener a alguien con quien reírse o compartir cuando estabas exhausta. Aunque las personas que más me llamaron la atención eran las que venían solas desde muy lejos, ¿hay un perfil de peregrino anacoreta?
Para mí los peregrinos más interesantes son los que van solos. Normalmente, los que yo me llevo son los que van solos, porque la gente se comporta diferente, se atreve a ser libre. Tengo un recuerdo de un señor de 76 años de Francia, que salió de su casa en Los Pirineos, con el que sigo teniendo contacto. Es gente que tiene algo especial. Si tú te vienes solo de Estados Unidos, o de Francia o de Corea a caminar solo, a mí eso ya me atrae. Encuentras algo más en ellos porque normalmente las parejas se encierran en si mismas, los grupos se encierran en si mismos y las personas solas también buscamos conexión con otras personas. Y después te cuentan historias brutales. Yo he conocido testimonios de muertes de hijos, de separaciones muy dolorosas, de enfermedades terminales... un amigo mío se murió hace tres meses y llevo su mano de la amistad colgada del pecho. Era un minero jubilado que estaba constantemente haciendo el camino.
¿El camino es asequible para todo el mundo?
Ahora te digo que sí. Hace unos años yo me creía superior por hacer caminos más largos, por hacer etapas más largas, y me molestaba que hubiese un peregrino que cargase la mochila en el taxi, me molestaba que hubiese peregrinos que caminasen solo 15 kilómetros. Pero ahora te digo que el Camino es para todo el mundo, hay tantos caminos como personas. ¿Quién soy yo para decirle a una persona con ilusión que no puede hacer solo 10 kilómetros y sin mochila? Claro que es peregrino, todos somos peregrinos, todos. Eso sí, hay veces que te cabreas con cierto tipo de personas porque son lo que nosotros llamamos los "turigrinos" que esos van con exigencias, no se integran y ahí todavía estoy en lucha pero bueno, quiero considerar a todo el mundo peregrino. Y todo el mundo puede hacerlo solo tienes que intentar saber cuáles son tus límites y adaptarte a ellos. He visto señoras de 80 años caminando, he visto a padres con una niña tenía 7 meses, he visto a niños de 4 ó 5 añitos caminar... o sea que creo que cualquiera puede hacer el Camino, cualquiera.
En 2018 acudieron a la Oficina del Peregrino de Santiago de Compostela un total absoluto de 327.378 peregrinos, y este año ya se rebasaron los 200.000 en agosto. Teniendo en cuenta que no todo el mundo se acredita son muchas voces las que ya hablan de masificación (en el Camino y en la capital de Galicia) ¿No crees que esto se nos ha convertido en algo demasiado grande, un Rosalía del turismo?
Pues es un poco Rosalía, sí. A mí esa parte me gusta menos. Me encanta que la gente pueda llegar a sentir las cosas que yo siento, pero ya hay tramos del Camino Francés o del Camino Portugués, e incluso ya la primera parte de Fisterra que son romerías, romerías totales y absolutas, sobre todo los 100 últimos kilómetros. Van grupos y hay gente muy folclórica, gente que va cantando, y hay veces que tú traes mucha paz y mucha tranquilidad y mucho sosiego y te llega a molestar. Y sí, hay mucho caminante en muchos sitios, por eso yo intento hacer variantes que están menos transitadas. El Camino Primitivo es una delicia, hay muy poca gente. El Camino Portugués por la costa tiene menos que el camino tradicional, el Camino Inglés tiene menos gente... Para mí la mejor temporada para hacerlo es invierno y con nieve. Yo llegué a estar 23 días sin cruzarme con nadie por el Camino del Norte. Pero para una persona digamos, normal, recomiendo ir el primavera, y hacer el Camino Portugués o el Francés, los más asequibles.
Pasas mucho tiempo solo pero supongo que siempre hay posibilidades de que surja la pasión ¿Se puede encontrar el amor en el Camino?
Se encuentra, se encuentra. Se encuentra a menudo, de hecho. Yo he visto a peregrinos que se echan novio o novia en el camino ¿sabes? De repente hay gente que se encuentra en el Camino y lo hacen en plan pareja, se enamorar y flipan. Suele ser algo parecido a la típica historia de verano de chaval, que dura lo que dura el Camino. Pero también hay historias como la de un amiguete que conoció a la chica con la que está en el Camino y siguen, y vuelven a caminar juntos. Pero lo normal es que sean relaciones que duran lo que dura el Camino. Hay algunas que es solo sexo y en el albergue es muy difícil. Lo normal es que los que ya tienen algo se pillen un hostalito esa noche y se vayan al hostal y rienda suelta. O al borde del camino, al borde del camino también hay pasión. Yo por ejemplo eso nunca lo he hecho, ni al borde del camino ni nada porque mi historia de amor fue diferente.
¿Y cómo fue? A ver si se va a ligar más en el Camino que en Tinder.
Yo ya había terminado mi Camino de Santiago y estaba tirado en la Praza del Obradoiro como nos solemos tumbar los peregrinos y se me sentaron al lado dos chicas italianas, que después resultaron ser hermanas. Me fijé en una. No nos dijimos nada pero nos miramos, y yo pensé "qué guapa", y ella pensó lo mismo, no lo sé. A los 10 minutos de contemplación me dio una piedra y yo ahí flipé porque yo también voy recogiendo piedras por el camino. Así que le di otra a ella, y empezamos a hablar y a la vez que hablábamos se iban uniendo peregrinos que habían caminado con ella y se hizo un círculo grande de gente. Yo los acompañé a recoger la Compostela y ella quiso acompañarme a mí al mercado, antes de coger mi autobús de vuelta. Al final, nos despedimos con un abrazo súper bonito, ni un beso, pero nos intercambiamos el Facebook. Esa tarde cuando voy ya en el autobús de vuelta a Mérida (todavía vivía allí) recibo un mensaje suyo "Cris voy a seguir caminando hasta Fisterra, puedo estar dentro de cuatro días en Mérida para pasar el fin de semana contigo" Y ahí ya se me cayó todo. Pasamos un fin de semana de amor de verdad. No la he vuelto a ver en mi vida, pero para mí fue una historia preciosa.
Y sí se liga mucho en el Camino igual o más que en Tinder, o en una discoteca. Si quieres, puedes ligar mucho.
¿Descartamos el Camino como terapia de pareja?
Totalmente. He visto pollos muy gordos con parejas, muchos celos, he flipado mucho. Porque en el Camino de Santiago la gente es muy abierta, muy cercana, muy cariñosa, enseguida se abren, te tocan. Los celosos en un 80% han sido tíos que llevan fatal que las novias se relacionen con el resto de gente. Si va mal la pareja, no aconsejo para nada hacer el Camino de Santiago, lo que aconsejo es que cada uno se vaya a su bola y mejor será para todos.
¿Vas a dejar de buscar o de huir en algún momento?
Nunca, en la vida. Huir creo que ya no huyo, pero buscar sigo buscando todo el rato. De hecho, si sigo caminando es porque sigo buscando y me va bien. Buscar me hace feliz.
Comentarios
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